Hace exactamente un año, vivimos lo que parecía ser un renovado impulso por parte de la sociedad y la comunidad internacional para afrontar la crisis climática. Las manifestaciones por el clima se abrieron paso en más de 150 países, logrando movilizar y concienciar a miles de personas para luchar por un mismo objetivo: garantizar la salud de nuestro planeta.
Posteriormente, el lunes 2 de diciembre de 2019 arrancaba en Madrid la tan esperada 25ª edición de la Cumbre Mundial del Clima. El objetivo oficial de esta era cerrar el reglamento de desarrollo del Acuerdo de París; pero lo cierto, es que se estaba llevando a cabo en un contexto en el que la ciencia y la sociedad civil estaban presionando cada vez más a los gobiernos por aprovechar el evento y elevar más sus compromisos de recortar las emisiones de gases de efecto invernadero.
“El mundo despertó ante la emergencia climática”
Bajo el grito de este lema, Madrid acogía una de las mayores manifestantes por el clima jamás celebrada. La capital clamaba por el planeta, exigiendo la adopción de medidas más eficaces para, entre otros fines, frenar el calentamiento del planeta y salvar nuestros océanos.
Después de numerosas jornadas de negociación y la exclusión de un primer borrador calificado de insuficiente, la COP25 se cerró con un nuevo desaborido acuerdo denominado «Chile-Madrid. Tiempo de Actuar». La sensación general fue de “fracaso”, pero ¿Qué había sucedido realmente y qué significado tendría para luchar contra el cambio climático?
Sí; el nuevo acuerdo exige a los países mayor ambición por proponer medidas contra las emisiones de carbono. Pero también dejó tras de sí, un reguero de dudas y letra pequeña, que lo convertían en una larga “carta a los reyes magos”. El problema es que los países que participaron en la COP25 no tienen padres.
¿Expectativas o realidad?
Aún con la sensación generalizada de fracaso, sería injusto ser tan críticos sin tener en cuenta el contexto global en el que se estaba desarrollado la cumbre:
- Oposición de Brasil
- Problemas en la UE con una comisión recién llegada
- Ausencia de EEUU
- Presencia ambigua de China
- Presión de grupos ecologistas
- Presión de países en vías de desarrollo
Con todo ello, el único objetivo realista de estas negociaciones era que los países fuesen más ambiciosos en sus próximas actuaciones por la lucha contra el cambio climático.
Y eso fue lo que sucedió: un compromiso insípido, pero al fin y al cabo, un compromiso.
Entonces… llegó el coronavirus para cambiar nuestras vidas
Pero, ¿qué tiene que ver con la crisis climática?
Durante la pandemia, ante la falta de información acerca del virus, el colapso global de los sistemas sanitarios y el crecimiento prácticamente exponencial tanto de personas infectadas como fallecidas, la sociedad no tuvo más remedio que tomar medidas drásticas: el confinamiento.
Literalmente, la sociedad se había paralizado: solamente aquellas actividades de primera necesidad estaban permitidas. ¿Qué le pasaría al planeta en este “nuevo” contexto? Esta situación, que jamás nos habríamos imaginado que sucedería, sucedió.
La tierra comenzó a responder
El parón provocado por las cuarentenas frente al coronavirus estaba causando estragos en la economía, pero si alguien se estaba beneficiando, era nuestro planeta: en Madrid, la reducción de la contaminación atmosférica se redujo sustancialmente; en China, la calidad del aire estaba mejorando drásticamente; Italia, experimentaba unos nieles insólitamente bajos de dióxido de carbono…
Estos son solo algunos ejemplos, pero en líneas generales, se obtuvo que las emisiones diarias de CO2 cayeron un 17% a nivel mundial durante el punto máximo de las medidas de confinamiento.
Podría tener sentido que, tras lo vivido, el impacto sobre los niveles de concentración en gases de efecto invernadero hubiera producido una reducción significativa ¿verdad?
Malas noticias: no ha sido así
El último estudio, United in Science 2020, publicado por la Organización Meteorológica Mundial, en colaboración con la ONU y otras instituciones, desvela que estamos muy cerca de superar los niveles anteriores a la pandemia; y no solo eso: todo apunta a que estamos viviendo y viviremos el periodo más cálido registrado hasta la fecha.
Además, se recalca lo lejos que estamos de cumplir los objetivos del Acuerdo de París (¡Qué sorpresa!).
“Las consecuencias de nuestra incapacidad para afrontar la emergencia climática están por todas partes: Olas de calor extremo, incendios, inundaciones y sequías devastadoras. Y estos desafíos solo van a empeorar” comenta Antonio Guterres, Secretario General de las Naciones Unidas.
No obstante, tenemos que recordar que las medidas de confinamiento a corto plazo por el coronavirus no son un sustituto de la acción climática sostenida.
El compromiso con la crisis climiática no tiene que venir solo de la gente, sino de los grandes emisores de carbono
Durante la conferencia de presentación del estudio, Guterres afirmó que está activamente involucrado con los gobiernos y los grandes emisores de carbono, para que estos adquieran el compromiso de reducir las emisiones de CO2 en un 45% para 2030, y alcanzar la neutralidad del carbono para 2050.
Sin embargo, Guterres también destacó el movimiento en líneas positivas surgido por parte del sector privado, los bancos, y las corporaciones multinacionales importantes, así como ciertos estados o ciudades.
“Todas estas razones me hacen creer que la presión a los gobiernos de los grandes emisores tarde o temprano darán resultados y que será posible tener un compromiso global”, señaló.
La crisis climática es diferente. ¿Solución? Apuesta por la I+D
Los tiempos que estamos viviendo son realmente difíciles, tanto por la crisis económica como por la crisis del coronavirus. Pero la crisis climática es diferente: es una crisis cuyo advenimiento nos ha estado avisando con mucha antelación.
Los planes más optimistas para hacerla frente se basan en tecnologías que aún no tenemos.
En este sentido, queda mucho trabajo por hacer, pero la verdadera vía para solucionar el problema está en que los países apuesten por la I+D.
No obstante, está claro que la tecnología no resolverá todos los problemas, pero también es lógico pensar que sin la innovación, esas soluciones no llegarán.
Está en nuestras manos no cometer el error de ignorarla y, aun en tiempo de descuento, solo tomando las medidas oportunas podremos salvarnos de decir: “Es demasiado tarde”.
Autor: Mario Jáñez Parrilla, Consultor de Innovación
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